9 ene 2012
Bienvenidos al blog de Wh40K:Rol
Desde aquí, seguiremos la campaña que se empezó. Ya están todas las piezas puestas en el tablero... ahora sólo falta que se decida el destino de Vindelix III.
¡Por Terra!
Marines Espaciales (Halcones Sangrientos)
Los Halcones Sangrientos, son un capítulo sesgado de
entre los primeros Cuervos Sangrientos. Hermanos Astartes que no compartían los
pensamientos ni las disciplinas de dicho capítulo, fueron los que fundaron a
los Halcones, tras la Herejía de Horus.
Son un capítulo nómada, pues no tienen ningún
planeta de origen, sino que recorren el Imperio de la humanidad buscando a los
más valientes para ser convertidos en Astartes. Pero la búsqueda es difícil, el
proceso de entrenamiento y cambio es largo, así que necesitan de un lugar donde
usar la semilla genética para crear Astartes desde cero.
Por eso mismo, los Halcones Sangrientos cuentan con
más de una base principal, en distintos planetas, si bien la más conocida por todos
es la que está en el sistema de Praetoria. Además, cuentan con los cruceros y
destructores más avanzados del Imperio, por lo que en caso de necesidad, pueden
usarlos como mundos astronaves y recuperar efectivos.
Pese a ser un capítulo joven, ha ido ganando notoriedad con el paso de los años al tener
tantos éxitos en sus campañas. Son muy devotos, aunque no tanto como los
Templarios Negros. Prefieren antes una lucha a distancia que una cuerpo a
cuerpo. Sus tácticas de contragolpe son estudiadas incluso, en otros capítulos,
al haberse demostrado ser efectivas en miles de batallas. Para ello, el
capítulo usa estrategias de defensa, parecidas a los Puños Imperiales, pero con
modificaciones para realizar un ataque veloz y fiero a las filas enemigas.
El capítulo está ahora bajo el mando del Capitán
Alexander Alcainus, descendiente de la familia Alcainus. Junto a su Capellán
Reinarz y su Apotecario Cadderly, viajan en una de las naves de batalla más
poderosas, la Hammerfest, esperando sus próximas órdenes desde la Sagrada
Terra.
Marines Espaciales (Templarios Negros)
En el alejado planeta Jerulas, los Templarios Negros
realizaron una de sus mayores cruzadas. Fue aquí donde apareció por primera vez
el famoso Land Raider Cruzado que propició la victoria de los Marines Espaciales.
El Hermano Raselovich, uno de los más fervientes servidores
del Emperador y de los mejores paladines, tuvo un gran reconocimiento por parte
del Gran Mariscal durante aquella cruzada, que tras finalizar, fue nombrado
Mariscal por su impecable trabajo en el planeta.
Ahora su compañía se encargaba de proteger dicho lugar de
cualquier ataque enemigo.
- ¿Hermano Raselovich? – preguntó el capellán de su
compañía, Julius McKlan
El Mariscal estaba sentado en la silla de mando del cuartel
de los Marines Espaciales, con la mirada perdida, rememorando tiempos pasados.
Las palabras del capellán lo sacaron de sus pensamientos:
- ¿Sí, Hermano Julius?
- Hemos recibido un mensaje del Gran Mariscal Helbrecht.
- Muy bien. – dijo Raselovich, que ya estaba activando el
hológrafo para poder visualizar el mensaje. La figura del Gran Mariscal
apareció delante de ellos, pero un tamaño más pequeño, alrededor de una altura
de cuarenta centímetros. La imagen holográfica se veía un poco distorsionada,
quizás por el largo viaje que habrá tenido que hacer la señal.
- Hermano Raselovich, desde la Fortaleza Holscht
se ha recibido una señal de auxilio de Vindelix III. Dos compañías enteras se
están preparando en estos momentos para partir. Al parecer, han sufrido un
grave ataque alienígena. Una gran partida de Orkos ha aterrizado en el planeta,
y no parecen ser los únicos, pues las últimas lecturas muestran presencia de
Necrones. Necesitan toda la ayuda y la fuerza del Emperador. Por eso, te mando
a ti para que los lideres y aplastes a los enemigos del Imperio. Cuento
contigo, Hermano Raselovich.
Los dos Templarios se quedaron pensando durante unos
segundos, hasta que el Capellán dijo:
- Bueno ¿Qué hacemos Hermano Raselovich?
- ¿Qué vamos hacer? Aceptar las órdenes del Gran Mariscal. Me
hace tanta gracia como a ti tener que abandonar la defensa de este planeta que
tanto nos costó conseguir, pero no tenemos otra opción. ¡Iremos allí y
derrotaremos a los enemigos del Emperador, demostrando nuestra valía y nuestra
fe para así limpiar nuestro nombre de aquellos que piensan que en un pasado
fuimos herejes!
- Si mi señor, así se hará. Llamaré enseguida al
Bibliotecario Vandar para que vaya preparando a las tropas.
- Perfecto, partiremos de aquí a dos horas.
En muy poco tiempo, la flota de la compañía de Raselovich
despegaba de Jerulas y se dirigía hacia el sistema Vindelix. Por el camino, se
cruzó con el resto de los Templarios Negros que salieron de la fortaleza
Holscht, y todos juntos navegaron hasta el planeta Vindelix III. Antes de desplegar
las tropas, el Mariscal Raselovich reunió a todos los hermanos de batalla y
sólo les dijo estas palabras:
- ¡Sin piedad! ¡Sin
remordimientos! ¡Sin miedo! ¡Por la
Gloria del Emperador!
Los demás hermanos
alzaron sus espadas de energía y sus martillos de batalla, lanzando un grito de
guerra que seguro alguno de sus enemigos escucharían abajo, en el planeta
Vindelix III.
Tau
Comandante Shas’o T’au Shi
j’kaara Aun Ko’vash (Comandante O’Ko’Vash o Comandante Glacius (este último es
un nombre informal popular solo entre jóvenes y humanos))
Desde la pequeña ventana del transporte se podía contemplar el inmenso espacio del Imperio Tau, imagen relajante que propiciaba a O’Ko’Vash a pensar en su enigmática misión. Aun podía oír las palabras del consejo etéreo de Au’taal, y mas aun las de Aun’Shi (literalmente Etéreo Victorioso)
- Señor, ¿me habéis hecho llamar?
- Si, estimado O’Ko’Vash, puedo ofrecerte alguna bebida?
- Claro, como podría rechazar su ofrecimiento.
- Bien bien – Aun’Shi se acerco a un pequeño frasco que contenía un liquido transparente y vertió el contenido en dos pequeñas copas de neocristal – ¿porque crees que te he hecho llamar O’Ko’Vash? - agregó mientras ofrecía una de las copas al comandante.
- Por el Bien Supremo señor.
Un silencio floto en el aire por unos instantes, el etéreo parecía estudiar al comandante, buscando cualquier cosa, pero la formalidad de este no dejaba entrever emoción alguna.
- Tenemos una misión para ti – Dijo Aun’Shi mirando con su imperturbable serenidad.
- ¿De que se trata?
- Deberás reforzar con tus fuerzas la pequeña fuerza de investigación situada en Sas’Ke 3 y tomar el control.
- Con todos mis respetos señor, hay comandantes perfectamente cualificados para esta tarea más cerca de Sas’Ke 3.
- No, no para esto.
- Señor, que encontraré ahí abajo.
- El Mont’AU (El Terror. La peor pesadilla Tau. La época anterior a la unión de las castas tau la cual temen que pueda resurgir si anteponen el beneficio personal al Bien Supremo.)
- Como es posible… - Dijo mas para si mismo que para el etéreo.
- Las respuestas las encontraras ahí mismo. Solo he de advertirte de una ultima cosa, nadie, ni siquiera otro miembro de la casta etérea deberá saber esto. Para el resto del Imperio Tau esta misión es un simple refuerzo. Esta tarde el consejo te dará los detalles en consecuencia a esto. ¿Entendido?
- Si Aun’Shi
- Puedes retirarte
La voz del piloto hizo salir a O’Kho’Vash de sus meditaciones, para anunciar que ya se habían reunido con el ejército, situado a tan solo un par de horas de Sas’Ke 3…
Desde la pequeña ventana del transporte se podía contemplar el inmenso espacio del Imperio Tau, imagen relajante que propiciaba a O’Ko’Vash a pensar en su enigmática misión. Aun podía oír las palabras del consejo etéreo de Au’taal, y mas aun las de Aun’Shi (literalmente Etéreo Victorioso)
- Señor, ¿me habéis hecho llamar?
- Si, estimado O’Ko’Vash, puedo ofrecerte alguna bebida?
- Claro, como podría rechazar su ofrecimiento.
- Bien bien – Aun’Shi se acerco a un pequeño frasco que contenía un liquido transparente y vertió el contenido en dos pequeñas copas de neocristal – ¿porque crees que te he hecho llamar O’Ko’Vash? - agregó mientras ofrecía una de las copas al comandante.
- Por el Bien Supremo señor.
Un silencio floto en el aire por unos instantes, el etéreo parecía estudiar al comandante, buscando cualquier cosa, pero la formalidad de este no dejaba entrever emoción alguna.
- Tenemos una misión para ti – Dijo Aun’Shi mirando con su imperturbable serenidad.
- ¿De que se trata?
- Deberás reforzar con tus fuerzas la pequeña fuerza de investigación situada en Sas’Ke 3 y tomar el control.
- Con todos mis respetos señor, hay comandantes perfectamente cualificados para esta tarea más cerca de Sas’Ke 3.
- No, no para esto.
- Señor, que encontraré ahí abajo.
- El Mont’AU (El Terror. La peor pesadilla Tau. La época anterior a la unión de las castas tau la cual temen que pueda resurgir si anteponen el beneficio personal al Bien Supremo.)
- Como es posible… - Dijo mas para si mismo que para el etéreo.
- Las respuestas las encontraras ahí mismo. Solo he de advertirte de una ultima cosa, nadie, ni siquiera otro miembro de la casta etérea deberá saber esto. Para el resto del Imperio Tau esta misión es un simple refuerzo. Esta tarde el consejo te dará los detalles en consecuencia a esto. ¿Entendido?
- Si Aun’Shi
- Puedes retirarte
La voz del piloto hizo salir a O’Kho’Vash de sus meditaciones, para anunciar que ya se habían reunido con el ejército, situado a tan solo un par de horas de Sas’Ke 3…
Marines Espaciales (Almas de Hierro)
Durante la 13ª cruzada de
Abaddon, Medusa (el planeta natal de los Manos de Hierro) sufrió ataques
constantes por parte de las fuerzas traidoras.El combate que se libró sobre la
superficie de Medusa fue brutal y terrible, cientos de Manos de Hierro perecieron
luchando por defender su mundo.
Varias escuadras, de diferentes compañías, trataron de proteger un punto estratégico para las tropas leales al Emperador y resistieron un infernal ataque de artillería que dejó a las escuadras acéfalas: los oficiales, y todos sus Padres de Hierro, habían caído en combate.
Desorientados y cercados por el enemigo, los marines replegaron su posición tratando de aunar criterios sobre quién debía tomar el mando o cómo defender la posición, pues la situación era apremiante.
Poco a poco caían bajo el fuego de las tropas caóticas.
En ese momento ocurrió un milagro (el primero de una gran lista que luego registrarían en sus sagrados informes). De entre los cuerpos de los hermanos caídos surgió una figura todavía humeante por los impactos de los morteros, una figura que brillaba con una luz sobrenatural.
Muchos de los Manos de Hierro presentes creyeron reconocer la viva imagen de Ferrus Manus ante sus ojos, pero al disiparse el humo comprobaron que se trataba de uno de sus bibliotecarios que había sobrevivido al bombardeo. Su nombre: Acies.
El recién resurrecto bibliotecario comenzó a arengar a sus hermanos citando glorias y loas a Ferrus, renovando así el quebrado espíritu de los diezmados marines.
Como una marea de hirviente lava volcánica, los marines contraatacaron guiados por Acies, arrasando hombres y máquinas por igual.
Varias veces se vio en el campo de batalla a una gigantesca figura rodeada por un extraño resplandor acompañando y protegiendo al bibliotecario... ¿Era quizás el espíritu de Ferrus?
Acies había resurgido en el momento justo, haciendo olvidar las diferencias que separan a las compañías clan de Medusa. Solo recordando las palabras de Ferrus habían podido salir victoriosos..., las palabras que solo la fuerza de Acies había podido pronunciar.
Los bólteres todavía humeaban cuando otro milagro ocurrió: desde los restos de un Land Raider destruido brotaba claramente el sonido de un inmenso corazón latiendo.
Acies se acercó, escoltado por un pequeño grupo de hermanos marines, y al tocar los restos del tanque todos los presentes recibieron la visión de una extraña fortaleza, donde Ferrus Manus los estaba esperando.
Luego de este hecho los supervivientes decidieron unirse como una gran escuadra bajo el mando del que consideraban su mesías, Acies.
Sin autorización del consejo de los Manos de Hierro, la compañía acabada de formar inició una búsqueda sagrada a través de todo el Universo para encontrar ¨ las antiguas reliquias del conocimiento¨ o ¨los fragmentos de Ferrus¨, como también suelen llamarlas.
Ciertos rumores informan que su búsqueda los llevó a Marte, donde tuvieron una reunión con los Altos Sacerdotes del Culto Mechanicus, pero nada de esto ha sido confirmado por miembros del Adeptus Mechanicus.
El gran consejo de los Manos de Hierro ha recibido un comunicado que informa sobre la creación de un nuevo capítulo sucesor, los Almas de Hierro.
En la actualidad, el capítulo se desplaza por el cosmos en su cruzada sagrada bajo el mando de Acies y sus discípulos.
Varias escuadras, de diferentes compañías, trataron de proteger un punto estratégico para las tropas leales al Emperador y resistieron un infernal ataque de artillería que dejó a las escuadras acéfalas: los oficiales, y todos sus Padres de Hierro, habían caído en combate.
Desorientados y cercados por el enemigo, los marines replegaron su posición tratando de aunar criterios sobre quién debía tomar el mando o cómo defender la posición, pues la situación era apremiante.
Poco a poco caían bajo el fuego de las tropas caóticas.
En ese momento ocurrió un milagro (el primero de una gran lista que luego registrarían en sus sagrados informes). De entre los cuerpos de los hermanos caídos surgió una figura todavía humeante por los impactos de los morteros, una figura que brillaba con una luz sobrenatural.
Muchos de los Manos de Hierro presentes creyeron reconocer la viva imagen de Ferrus Manus ante sus ojos, pero al disiparse el humo comprobaron que se trataba de uno de sus bibliotecarios que había sobrevivido al bombardeo. Su nombre: Acies.
El recién resurrecto bibliotecario comenzó a arengar a sus hermanos citando glorias y loas a Ferrus, renovando así el quebrado espíritu de los diezmados marines.
Como una marea de hirviente lava volcánica, los marines contraatacaron guiados por Acies, arrasando hombres y máquinas por igual.
Varias veces se vio en el campo de batalla a una gigantesca figura rodeada por un extraño resplandor acompañando y protegiendo al bibliotecario... ¿Era quizás el espíritu de Ferrus?
Acies había resurgido en el momento justo, haciendo olvidar las diferencias que separan a las compañías clan de Medusa. Solo recordando las palabras de Ferrus habían podido salir victoriosos..., las palabras que solo la fuerza de Acies había podido pronunciar.
Los bólteres todavía humeaban cuando otro milagro ocurrió: desde los restos de un Land Raider destruido brotaba claramente el sonido de un inmenso corazón latiendo.
Acies se acercó, escoltado por un pequeño grupo de hermanos marines, y al tocar los restos del tanque todos los presentes recibieron la visión de una extraña fortaleza, donde Ferrus Manus los estaba esperando.
Luego de este hecho los supervivientes decidieron unirse como una gran escuadra bajo el mando del que consideraban su mesías, Acies.
Sin autorización del consejo de los Manos de Hierro, la compañía acabada de formar inició una búsqueda sagrada a través de todo el Universo para encontrar ¨ las antiguas reliquias del conocimiento¨ o ¨los fragmentos de Ferrus¨, como también suelen llamarlas.
Ciertos rumores informan que su búsqueda los llevó a Marte, donde tuvieron una reunión con los Altos Sacerdotes del Culto Mechanicus, pero nada de esto ha sido confirmado por miembros del Adeptus Mechanicus.
El gran consejo de los Manos de Hierro ha recibido un comunicado que informa sobre la creación de un nuevo capítulo sucesor, los Almas de Hierro.
En la actualidad, el capítulo se desplaza por el cosmos en su cruzada sagrada bajo el mando de Acies y sus discípulos.
Guardia Imperial (Ignis Fatuus)
Los disparos sonaban por doquier, solamente silenciados por los grandes estruendos que causaban los misiles al impactar. Incalculables tropas de orkos formaban una marea verde que poco a poco se tragaba a un puñado de guardias imperiales que estarían rezando a todos los dioses existentes y por existir para que alguien hubiese escuchado su señal de socorro. Los supervivientes luchaban con todo lo que tenían, que era más bien poco y sobretodo luchaban contra el miedo, que ya comenzaba a penetrar amenazante en sus mentes.
Cerca de un pequeño bosque situado en el flanco izquierdo de los pieles verdes un grupo de hombres y máquinas camuflados avanzaba sin ser notado. Entre el estruendo de la batalla y lo ruidosos que eran esos sin-cerebro era poco probable que fuesen descubiertos, seguramente sería otra tarea fácil, pensó el Corsario Henry Morgan mientras duraba su bostezo. Ya fuese fácil o difícil, habría que actuar pronto si querían que los supervivientes sobreviviesen de verdad. Así pues, el Corsario hizo una señal al Teniente William Barros para que éste se acercase.
- ¿Sí?
- El plan ha cambiado.
- ¿Cómo dice Señor?
- Déjate de formalismos Will, ya son unos cuantos años luchando juntos. He dicho que el plan ha cambiado.
- ¿Pero por qué?
- Tú confía en mí. Vuelve atrás y mira fijamente hacia el frente a través de estos matorrales.
- Sólo veo orkos Señor…
- ¡Shhh! Espera hombre que no he terminado. No apartes la vista. Pronto te haré una señal para que salgáis. Primero quiero fuego de cobertura y después id con todo.
- ¿Cuál será la señal?
- Cuando la veas lo sabrás.
- Con todo el respeto Morgan… deberíamos ceñirnos al plan, siempre insistes en improvisar con algo nuevo y alguna vez tus locuras nos costarán el pellejo.
- ¿E estás empezando a dudar de mí?
- Por supuesto que no, pero…
- Pero no tenemos tiempo Will, ¡no seas aguafiestas!
- Ah… está bien, espero tu señal.
- Vamos, ve a tu puesto.
- ¡Señor, sí Señor!
Tras esto, el Corsario salió disparado hacia el claro atravesando los matorrales y al instante, sin necesidad de mediar palabra, una escuadra de condecorados Karskin le siguió. Entonces recordó su infancia, cuando le trasladaron a la academia de guerreros de élite, muchos de esos debiluchos muchachos se habían convertido junto a él en hombres “duros de pelar”, llenos de cicatrices en cuerpo, mente y corazón, y desde varios años atrás se habían convertido en su inseparable guardia personal. Morgan no se sentía un líder, de todos aquellos que formaban su escuadra Karskin no sabía por qué le habían elegido a él para el puesto de Corsario, vale que cuando se lanzaba a la batalla en plan suicida todos aquellos le seguían, pero él nunca les dijo que le siguieran. Aunque no era muy responsable, jamás se hubiese atrevido a cuestionar las órdenes del Emperador, así que no tuvo más remedio que aceptar el puesto, con la condición de que su escuadra fuera siempre con él, lo cual no fue un problema ya que los superiores estaban encantados con el trabajo de aquellos hombres.
Morgan aprendió poco a poco a ver la vida como una forma de muerte y la muerte como una forma de vida y así se lo explicó a sus hombres en la primera reunión que tuvieron como destacamento oficial, hacía ya seis años:
- Buenos días señores, nos reunimos hoy aquí porque se supone que tengo que dar un bonito discurso. Pero mi discurso no será nada bonito, no… Como ya saben, este destacamento está compuesto por gente elegida exclusivamente por mí. Aún no entiendo bien por qué me dieron esa libertad de elegir, supongo que querían un cuerpo de élite de verdad y hemos de demostrar que así es. Como ven no soy muy dado a las formalidades; quiero que me vean como a un compañero más, confíen en mí y yo confiaré en ustedes. Como iba diciendo, este destacamento está formado por hombres de distintos lugares, si hablan un poco entre ustedes descubrirán que están rodeados por guerreros Vostroyanos, incursores del desierto de Tallarn, caballeros mecanizados de los páramos helados de Valhalla, Dragones de Jouran, y un largo etcétera, son lo mejor de lo mejor y han sido elegidos para formar uno de los mejores destacamentos del Imperio. Espero que no tengan problemas de adaptación, de todas formas no les hará falta mucho entrenamiento para compenetrarse adecuadamente. Son hombres serios, pero sobretodo son hombres muertos. A partir de hoy ninguno de ustedes está vivo, lucharán por y para sus recuerdos y el Emperador. Busquen en los más profundo de su ser para encontrar ese algo que quisieron proteger en un pasado pero no pudieron, o ese algo que quieren proteger ahora, encuentren un motivo por el que luchar por mínimo que sea, pues eso será lo único que les de el valor necesario para pasear entre la vida y la muerte sin inmutarse. Ya nada les importa, sólo el recuerdo. A partir de este momento forman parte de la Compañía Ignis Fatuus. Bienvenidos a la muerte en vida.
“Bienvenidos a la muerte en vida” recordaba también el Teniente Barros desde el interior de su Hellhound.
- Ah… me muero de aburrimiento, ¿se refería a esto con lo de “muerte en vida”?
- ¡Señor, miré al frente! ¡El Coronel está al descubierto junto a su escuadra delante de los orkos!, ¡Se lo van a zampar!
- ¿¡CÓMOOO!?
William no podía creer lo que estaba viendo. ¡Podía ver claramente a Henry haciendo señas burlonas hacia las hordas orkas que los cuadriplicaban en número! De repente un grupo numeroso de guerreros orkos miró al Coronel y se puso a correr hacia él con la lengua fuera y babeando de rabia. Así pues el Teniente no tardó en divisar la señal, pues rápidamente uno de los Karskin alzó vigoroso un estandarte que contenía un fuego azul flotando en un mar de sangre. El estandarte de la Compañía Ignis Fatuus. La señal.
Debió ser curioso desde los ojos de los pobres orkos el ver docenas de rayos de fuego saliendo de los cañones de docenas de Hellhounds que había entre los altos arbustos, mientras bordeaban la silueta del impresionante estandarte, bajo el que se encontraba un grupo de Karskin y un tío muy raro con cara de payaso riendo a carcajada limpia.
Los Pirómanos de Barros, liderados por el propio Barros adelantaron los Hellhounds contra el flanco orko, mientras la artillería Basilisk golpeaba desde atrás a la multitud. En ese momento cinco transportes Chimera salieron también de la maleza y se posicionaron detrás de los Pirómanos para dar salida a los soldados que tenían en su interior, los cuales tardaron poco en ponerse a lanzar granadas sin parar.
El Corsario Morgan y sus Karskin se adelantaron un poco para exterminar unos cuantos pieles verdes y allí fue cuando divisó al mismísimo Capitán Alexander Alcainus en la lejanía, repartiendo mamporros junto a grandes escuadras de Marines Espaciales. Al parecer los Ignis Fatuus no fueron los únicos que interceptaron la señal de socorro enviada desde Armida. Cruzaron la mirada, sonrieron y siguieron a lo suyo.
Pronto aparecieron refuerzos orkos junto a varias Lataz Azezinaz por el flanco que atacaban los Marines, cosa que les puso en apuros, pero inesperadamente fueron ayudados por los lásers del Imperio Tau, que apareció como de la nada muy bien armado. Una vez eliminada la amenaza orka, la tensión reinó, ya que los seguidores del Emperador y los Tau no dudaron en apuntar sus armas mutuamente. Nunca había habido demasiada confianza.
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