En el alejado planeta Jerulas, los Templarios Negros
realizaron una de sus mayores cruzadas. Fue aquí donde apareció por primera vez
el famoso Land Raider Cruzado que propició la victoria de los Marines Espaciales.
El Hermano Raselovich, uno de los más fervientes servidores
del Emperador y de los mejores paladines, tuvo un gran reconocimiento por parte
del Gran Mariscal durante aquella cruzada, que tras finalizar, fue nombrado
Mariscal por su impecable trabajo en el planeta.
Ahora su compañía se encargaba de proteger dicho lugar de
cualquier ataque enemigo.
- ¿Hermano Raselovich? – preguntó el capellán de su
compañía, Julius McKlan
El Mariscal estaba sentado en la silla de mando del cuartel
de los Marines Espaciales, con la mirada perdida, rememorando tiempos pasados.
Las palabras del capellán lo sacaron de sus pensamientos:
- ¿Sí, Hermano Julius?
- Hemos recibido un mensaje del Gran Mariscal Helbrecht.
- Muy bien. – dijo Raselovich, que ya estaba activando el
hológrafo para poder visualizar el mensaje. La figura del Gran Mariscal
apareció delante de ellos, pero un tamaño más pequeño, alrededor de una altura
de cuarenta centímetros. La imagen holográfica se veía un poco distorsionada,
quizás por el largo viaje que habrá tenido que hacer la señal.
- Hermano Raselovich, desde la Fortaleza Holscht
se ha recibido una señal de auxilio de Vindelix III. Dos compañías enteras se
están preparando en estos momentos para partir. Al parecer, han sufrido un
grave ataque alienígena. Una gran partida de Orkos ha aterrizado en el planeta,
y no parecen ser los únicos, pues las últimas lecturas muestran presencia de
Necrones. Necesitan toda la ayuda y la fuerza del Emperador. Por eso, te mando
a ti para que los lideres y aplastes a los enemigos del Imperio. Cuento
contigo, Hermano Raselovich.
Los dos Templarios se quedaron pensando durante unos
segundos, hasta que el Capellán dijo:
- Bueno ¿Qué hacemos Hermano Raselovich?
- ¿Qué vamos hacer? Aceptar las órdenes del Gran Mariscal. Me
hace tanta gracia como a ti tener que abandonar la defensa de este planeta que
tanto nos costó conseguir, pero no tenemos otra opción. ¡Iremos allí y
derrotaremos a los enemigos del Emperador, demostrando nuestra valía y nuestra
fe para así limpiar nuestro nombre de aquellos que piensan que en un pasado
fuimos herejes!
- Si mi señor, así se hará. Llamaré enseguida al
Bibliotecario Vandar para que vaya preparando a las tropas.
- Perfecto, partiremos de aquí a dos horas.
En muy poco tiempo, la flota de la compañía de Raselovich
despegaba de Jerulas y se dirigía hacia el sistema Vindelix. Por el camino, se
cruzó con el resto de los Templarios Negros que salieron de la fortaleza
Holscht, y todos juntos navegaron hasta el planeta Vindelix III. Antes de desplegar
las tropas, el Mariscal Raselovich reunió a todos los hermanos de batalla y
sólo les dijo estas palabras:
- ¡Sin piedad! ¡Sin
remordimientos! ¡Sin miedo! ¡Por la
Gloria del Emperador!
Los demás hermanos
alzaron sus espadas de energía y sus martillos de batalla, lanzando un grito de
guerra que seguro alguno de sus enemigos escucharían abajo, en el planeta
Vindelix III.