9 ene 2012

Guardia Imperial (Ignis Fatuus)


Los disparos sonaban por doquier, solamente silenciados por los grandes estruendos que causaban los misiles al impactar. Incalculables tropas de orkos formaban una marea verde que poco a poco se tragaba a un puñado de guardias imperiales que estarían rezando a todos los dioses existentes y por existir para que alguien hubiese escuchado su señal de socorro. Los supervivientes luchaban con todo lo que tenían, que era más bien poco y sobretodo luchaban contra el miedo, que ya comenzaba a penetrar amenazante en sus mentes.




Cerca de un pequeño bosque situado en el flanco izquierdo de los pieles verdes un grupo de hombres y máquinas camuflados avanzaba sin ser notado. Entre el estruendo de la batalla y lo ruidosos que eran esos sin-cerebro era poco probable que fuesen descubiertos, seguramente sería otra tarea fácil, pensó el Corsario Henry Morgan mientras duraba su bostezo. Ya fuese fácil o difícil, habría que actuar pronto si querían que los supervivientes sobreviviesen de verdad. Así pues, el Corsario hizo una señal al Teniente William Barros para que éste se acercase.
- ¿Sí?
- El plan ha cambiado.
- ¿Cómo dice Señor?
- Déjate de formalismos Will, ya son unos cuantos años luchando juntos. He dicho que el plan ha cambiado.
- ¿Pero por qué?
- Tú confía en mí. Vuelve atrás y mira fijamente hacia el frente a través de estos matorrales.
- Sólo veo orkos Señor…
- ¡Shhh! Espera hombre que no he terminado. No apartes la vista. Pronto te haré una señal para que salgáis. Primero quiero fuego de cobertura y después id con todo.
- ¿Cuál será la señal?
- Cuando la veas lo sabrás.
- Con todo el respeto Morgan… deberíamos ceñirnos al plan, siempre insistes en improvisar con algo nuevo y alguna vez tus locuras nos costarán el pellejo.
- ¿E estás empezando a dudar de mí?
- Por supuesto que no, pero…
- Pero no tenemos tiempo Will, ¡no seas aguafiestas!
- Ah… está bien, espero tu señal.
- Vamos, ve a tu puesto.
- ¡Señor, sí Señor!




Tras esto, el Corsario salió disparado hacia el claro atravesando los matorrales y al instante, sin necesidad de mediar palabra, una escuadra de condecorados Karskin le siguió. Entonces recordó su infancia, cuando le trasladaron a la academia de guerreros de élite, muchos de esos debiluchos muchachos se habían convertido junto a él en hombres “duros de pelar”, llenos de cicatrices en cuerpo, mente y corazón, y desde varios años atrás se habían convertido en su inseparable guardia personal. Morgan no se sentía un líder, de todos aquellos que formaban su escuadra Karskin no sabía por qué le habían elegido a él para el puesto de Corsario, vale que cuando se lanzaba a la batalla en plan suicida todos aquellos le seguían, pero él nunca les dijo que le siguieran. Aunque no era muy responsable, jamás se hubiese atrevido a cuestionar las órdenes del Emperador, así que no tuvo más remedio que aceptar el puesto, con la condición de que su escuadra fuera siempre con él, lo cual no fue un problema ya que los superiores estaban encantados con el trabajo de aquellos hombres.


Morgan aprendió poco a poco a ver la vida como una forma de muerte y la muerte como una forma de vida y así se lo explicó a sus hombres en la primera reunión que tuvieron como destacamento oficial, hacía ya seis años:
- Buenos días señores, nos reunimos hoy aquí porque se supone que tengo que dar un bonito discurso. Pero mi discurso no será nada bonito, no… Como ya saben, este destacamento está compuesto por gente elegida exclusivamente por mí. Aún no entiendo bien por qué me dieron esa libertad de elegir, supongo que querían un cuerpo de élite de verdad y hemos de demostrar que así es. Como ven no soy muy dado a las formalidades; quiero que me vean como a un compañero más, confíen en mí y yo confiaré en ustedes. Como iba diciendo, este destacamento está formado por hombres de distintos lugares, si hablan un poco entre ustedes descubrirán que están rodeados por guerreros Vostroyanos, incursores del desierto de Tallarn, caballeros mecanizados de los páramos helados de Valhalla, Dragones de Jouran, y un largo etcétera, son lo mejor de lo mejor y han sido elegidos para formar uno de los mejores destacamentos del Imperio. Espero que no tengan problemas de adaptación, de todas formas no les hará falta mucho entrenamiento para compenetrarse adecuadamente. Son hombres serios, pero sobretodo son hombres muertos. A partir de hoy ninguno de ustedes está vivo, lucharán por y para sus recuerdos y el Emperador. Busquen en los más profundo de su ser para encontrar ese algo que quisieron proteger en un pasado pero no pudieron, o ese algo que quieren proteger ahora, encuentren un motivo por el que luchar por mínimo que sea, pues eso será lo único que les de el valor necesario para pasear entre la vida y la muerte sin inmutarse. Ya nada les importa, sólo el recuerdo. A partir de este momento forman parte de la Compañía Ignis Fatuus. Bienvenidos a la muerte en vida.


“Bienvenidos a la muerte en vida” recordaba también el Teniente Barros desde el interior de su Hellhound.
- Ah… me muero de aburrimiento, ¿se refería a esto con lo de “muerte en vida”?
- ¡Señor, miré al frente! ¡El Coronel está al descubierto junto a su escuadra delante de los orkos!, ¡Se lo van a zampar!
- ¿¡CÓMOOO!?
William no podía creer lo que estaba viendo. ¡Podía ver claramente a Henry haciendo señas burlonas hacia las hordas orkas que los cuadriplicaban en número! De repente un grupo numeroso de guerreros orkos miró al Coronel y se puso a correr hacia él con la lengua fuera y babeando de rabia. Así pues el Teniente no tardó en divisar la señal, pues rápidamente uno de los Karskin alzó vigoroso un estandarte que contenía un fuego azul flotando en un mar de sangre. El estandarte de la Compañía Ignis Fatuus. La señal.


Debió ser curioso desde los ojos de los pobres orkos el ver docenas de rayos de fuego saliendo de los cañones de docenas de Hellhounds que había entre los altos arbustos, mientras bordeaban la silueta del impresionante estandarte, bajo el que se encontraba un grupo de Karskin y un tío muy raro con cara de payaso riendo a carcajada limpia.


Los Pirómanos de Barros, liderados por el propio Barros adelantaron los Hellhounds contra el flanco orko, mientras la artillería Basilisk golpeaba desde atrás a la multitud. En ese momento cinco transportes Chimera salieron también de la maleza y se posicionaron detrás de los Pirómanos para dar salida a los soldados que tenían en su interior, los cuales tardaron poco en ponerse a lanzar granadas sin parar.
El Corsario Morgan y sus Karskin se adelantaron un poco para exterminar unos cuantos pieles verdes y allí fue cuando divisó al mismísimo Capitán Alexander Alcainus en la lejanía, repartiendo mamporros junto a grandes escuadras de Marines Espaciales. Al parecer los Ignis Fatuus no fueron los únicos que interceptaron la señal de socorro enviada desde Armida. Cruzaron la mirada, sonrieron y siguieron a lo suyo.


Pronto aparecieron refuerzos orkos junto a varias Lataz Azezinaz por el flanco que atacaban los Marines, cosa que les puso en apuros, pero inesperadamente fueron ayudados por los lásers del Imperio Tau, que apareció como de la nada muy bien armado. Una vez eliminada la amenaza orka, la tensión reinó, ya que los seguidores del Emperador y los Tau no dudaron en apuntar sus armas mutuamente. Nunca había habido demasiada confianza.